El juego es una actividad simbólica presente entre los seres humanos desde hace millones de años por todas las implicaciones positivas que supone para el desarrollo de diferentes capacidades importantes y de la personalidad. En este artículo te contamos por qué los niños deben jugar y todas las implicaciones que el juego tiene para los más pequeños de la casa.
Si bien el juego es importante en muchas especies y en todas las etapas del desarrollo humano a diferentes niveles, lo cierto es que para los niños jugar es algo fundamental.
Jugar permite a los más pequeños de la casa explorar el entorno que los rodea, así como favorece las interacciones con los objetos, con otras personas y con el medio ambiente. Jugar también ayuda a los peques a desarrollarse de manera más eficiente con ellos mismos, y a sentirse más seguros.
El juego contribuye en gran medida al desarrollo físico de los más peques de la casa. Todos los juegos, pero sobre todo los que implican movimiento, juegan un papel fundamental a la hora de ayudar a los niños a desarrollar al máximo todas sus capacidades psicomotoras. De esta forma, este tipo de actividades contribuye a la maduración nerviosa de los peques y estimula la coordinación de las distintas partes del cuerpo de los niños.
De esta manera, a través del juego es posible ejercitar la motricidad gruesa y la motricidad fina, así como desarrollar diferentes capacidades sensoriales, tal y como nos han explicado los expertos en juegos infantiles del portal https://www.juguear.com/, quienes conocen mejor que nadie todos los beneficios que el juego puede aportar a los niños, tanto a nivel de desarrollo cognitivo como a nivel de desarrollo motor y también emocional.
Del mismo modo, el juego es también una de las mejores formas que existen para que los niños empiecen a socializar. De esta forma, a través de las relaciones con otros niños y con los adultos, los más pequeños empiezan a conocerse mejor a ellos mismos y a construir su representación en el mundo aprendiendo las normas sociales que son básicas y necesarias para poder integrarse de manera eficiente en la sociedad.
El juego, por tanto, es un mecanismo simbólico que no puede faltar a edades tempranas para que los niños aprendan a vivir mientras se divierten, en entornos seguros y de manera progresiva, para poder convertirse en miembros saludables y felices de la sociedad. El juego es la forma en que los seres humanos empiezan a conocer qué es el mundo desde hace millones de años. Y es que, aunque los juegos han ido cambiando, no existe una mejor forma de conocer el mundo y el entorno que nos rodea de manera segura mientras somos pequeños que con una actividad simbólica como es el juego.
Asimismo, también son muchos los juegos que fomentan en gran medida la creatividad y también la imaginación. Muchos juegos permiten a los niños estimular también sus pensamientos abstractos, así como aprender a resolver problemas y a imaginar soluciones con las mejores garantías posibles.
En este punto, destaca especialmente el juego simbólico. A partir de él los niños van creando sus propios mundos teniendo en cuenta lo que van viviendo y adaptándolo a sus necesidades para poder enfrentarse al mundo de forma sencilla, sin traumas y a su ritmo.
Además, el juego también fomenta en gran medida el desarrollo intelectual. Para los niños, el juego es una manera interesante de obtener experiencias nuevas, de aprender mientras cometen errores y hacen aciertos y de aplicar los conocimientos adquiridos para poder adentrarse en el mundo mientras van resolviendo problemas.
De esta forma, el juego estimula en gran medida las capacidades de pensamiento de los niños y la creatividad infantil, y sobre todo destaca también porque crea zonas potenciales de aprendizaje en el cerebro de los más pequeños de la casa, animándoles a desarrollar diferentes destrezas e incluso a descubrir cuáles son las actividades o facetas a nivel cognitivo que más les interesan, les agradan o les divierten.
Por si todo esto fuera poco, el juego también permite a los más pequeños de la casa adquirir diferentes valores de forma sencilla y casi sin darse cuenta. Para transmitir valores no basta con enseñanzas prácticas, sino que lo fundamental siempre será la práctica. De esta manera, para los peques la mejor manera de aprender valores es hacerlo mediante el juego, cuando todo el cerebro se concentra en la misma actividad. Además, los juegos grupales les permiten adquirir valores de compañerismo y fraternidad, fundamentales para una vida feliz en el futuro.
Otro tipo de juegos les aportan valores en relación a diferentes formas de ver el mundo, de presentarse en la sociedad o de hacer las cosas. Les enseñan a ser constantes para conseguir sus objetivos y les animan a trabajarse las cosas y a aprender de sus errores, lo cual será fundamental para poder convertirse en adultos saludables y libres de frustraciones en el futuro.
De la misma manera, jugar también fortalece en gran medida la autoestima de los niños. Mediante el juego se activan todas las capacidades y recursos de un individuo, siendo el juego uno de los mejores mecanismos de autoafirmación de la personalidad que existen. De esta manera es posible para los más peques el conocerse mejor, valorar sus fortalezas y conocer sus debilidades, así como el juego también contribuye en gran medida a la construcción de su propia autoestima.
Además, todo esto tiene lugar mientras los peques de la casa lo pasan en grande, con lo que no existe una mejor actividad para ayudarles a crecer mientras aprenden. Sin duda la característica principal de cualquier juego es que debe ser divertido. Para los niños y para las niñas jugar debe ser un momento placentero del que puedan disfrutar con sus amigos y familiares, siempre bajo una experiencia de libertad y seguridad.